Por veredas angostas encontrarás las ensangrentadas huellas
de los pasos que me condujeron aquí, cuerpos sin vida de monstruos imposibles hallaras
si sigues mi camino hacia atrás, ecos de tristeza y dolor que resuenan en el
pasado y se extienden al presente pero al fin aquí estoy, desnudo de ropa y con
el bastón maltrecho que es mi propia dignidad, llamando a tu puerta con los
nudillos fragmentados de tanto batallar durante un viaje que se antojó no tener
designio ni final.
Estoy llamando a tu puerta con todas las fuerzas que me
quedan, ¿acaso no consigues oírme? Ábreme la puerta y permíteme cruzar el
umbral, dejaré fuera todo aquello que no es puro ni natural, soy solo lo que se
ve y siente sin espejismo que mostrar, prometo no hacerte promesas y ser aquel
que soy y que no se puede ocultar, me entregaré a ti mientras decidas ser mía. Me
arrancaré los prejuicios y haré con ellos una vela con la que iluminarnos
cuando las sombras nos envuelvan, despellejaré mis miedos y de sus jirones, con
nuestros besos y caricias, coseremos una manta de ensueños para ampararnos cuando
nos atrape el invierno. Nos alimentaremos de la carne de la desconfianza que
sacrificaremos en el altar de nuestro deseo, soltaremos las cadenas de la
pasión y ataremos con ella las represiones, estudiaremos en braille el lenguaje
en que se comunican nuestros cuerpos, buscaremos las verdades que se ocultan tras
el azul iris, ahogaremos los reproches
en la intensidad de nuestras miradas. Seremos nada y lo seremos todo mientras
esta sonrisa brille como una sola luz en nuestras dos caras.