Orden en el desorden...Aunque todo pareciera un galimatías había ciertas
pautas en ello, algunas reglas casi imperceptibles que descartaban el puro caos,
que denotaban un sentido en el sinsentido. Prestando la suficiente atención
descubrías que todo surgía de unos preparativos…Las provisiones acumuladas eran
para una cercana batalla, algunos alimentos sanos en un sinfín de comidas
precocinadas, barritas energéticas escondidas y desperdigadas. Garrafas y
botellas de agua, bebidas isotónicas en el salón, energéticas en la habitación.
Por lo demás un portátil con mucha música y alguna que otra película para ojear.
Este era el ambiente al que nos gustaba viajar, en el que encerrarnos un
viernes y no regresar hasta que la semana siguiente nos viniera a llamar, ese
mundo donde resurgía junto a tu rostro cambiante en distintos cuerpos. En ese rincón
apartábamos las preocupaciones, los dilemas, los agobios, el estrés, las
prisas, los conflictos,… todo eso quedaba al otro lado de la puerta. Creamos un
mundo lleno de posibilidades, donde desconectar, donde pasar las horas ajenos,
tu mi Eva y yo tu Adam, disfrutando de los pecados hasta no poder más. Sexo
apasionado hasta no poder más, ver una película y antes de llegar a la mitad ya
tenerte sentada encima… quemarse la comida por revolcarnos encima de la mesa,
salir más sucios de la ducha que antes de entrar,…
En días invernales como este, en los que el mal
tiempo agobia, sin saber qué hacer, quisiera encerrarme con alguna Eva en algún
lugar, olvidar lo demás, revivir esas experiencias. Solo amor, sonrisas,
pasión, complicidad,... que al menos durante 48 horas seamos dos esencias de un
mismo pecado, dos ecos de un beso, dos rostros de la misma sonrisa que jamás se
borrará.